¿Puedes imaginarte conducir sin el sistema de limpiaparabrisas en tu coche? Lluvia, granizo, nieve, polvo… En definitiva, una medida de seguridad fundamental para la seguridad vial.
No fue hasta las primera décadas del siglo XX cuando Ford introdujo este sistema de serie en sus vehículos fabricados en serie. Antes se debía limpiar y mantener a mano las lunas delantera y trasera de los coches. Incluso algunos se ganaban unas monedas limpiando los coches de los más pudientes.
Todo comenzó el día en que Mary Anderson, natural de Alabama (EE.UU) vio cómo un tranvía neoyorquino debía de parar para que el conductor pudiese limpiar el cristal antes de seguir su trayecto con buena visibilidad. A sus 40 años, presentó un diseño consistente en una palanca instalada en el interior del vehículo que permitía mover en dos sentidos el brazo del limpiaparabrisas que se mantenía sobre el cristal gracias a un contrapeso. Esto permitía el contacto entre la luna y la escobilla.
Fue en 1903 cuando Mary Anderson logró patentar su invento en la oficina de patentes de Estados Unidos. Y dos años después trató de venderlo sin éxito a una compañía de Canadá, pues fue considerado un sistema inútil, de escaso valor comercial e incluso una posible distracción al conducir.
La patente, que tenía una duración de 17 años, caducó en 1920. Los años veinte fueron la época en la que la fabricación y venta de coches creció en un gran medida. Durante aquellos años, el magnate Henry Ford apostó por el invento y decidió instalarlo en los nuevos modelos de la marca. Poco después, otras marcas imitaron el sistema y pronto se convirtió en una parte indispensable de los vehículos. De hecho, fue la marca Cadillac quien se posicionó como el primer fabricante en su instalación como sistema estándar.
Años más tarde, otra mujer, Charlotte Bridgwood, patentó un nuevo formato, esta vez eléctrico. Por su parte, Anderson regresó a su Alabama natal y continuó con su empleo en la gestión de un bloque de apartamentos. La historia de lo que fue y pudo ser para una inventora cuya gran contribución no fue reconocida hasta muchos años más tarde.
Fotografía de Mary Anderson y boceto del diseño original: